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Jovénes, empresarios, trabajadores...UN PROYECTO PARA TODOS
Basado en la CULTURA DEL DAR
Una ECONOMÍA que pone en el CENTRO A LA PERSONA
Un modelo HUMANO, SOLIDARIO Y SOSTENIBLE
 
Las alarmas se disparan. La desigualdad económica ocupa las primeras páginas de la prensa, los últimos mensajes del Papa Francisco y de muchos líderes políticos y es objeto de numerosas publicaciones de instituciones y organizaciones nacionales e internacionales.
 
El cuadro que dibuja el demoledor informe hecho público estos días por Oxfam Intermón, según el cual 85 personas poseen lo mismo que la mitad de la población mundial, presenta rasgos típicos de una sociedad feudal que ya creíamos superada. En España, donde no faltan quienes quieren echar las campanas al vuelo y dar la crisis por finiquitada, 20 fortunas poseen una riqueza equivalente a los ingresos del 20% de la población más pobre.
España, a la cabeza de Europa en la brecha salarial

Sobre todo, la brecha salarial entre quienes más cobran y quienes menos cobran está creciendo a marchas forzadas durante la crisis. España, de hecho, es uno de los países de Europa donde la brecha salarial (la diferencia entre el salario más alto y el más bajo de la empresa) es más alta. The Economist hizo público hace unos meses un estudio de la Federación Europea de Empleadores que sitúa la brecha salarial en España por encima de 800:1. Eso, traducido, quiere decir que una sola persona gana lo mismo que 800. Y sabemos que en algunas empresas esa diferencia es aún mayor.

La reducción salarial que se está produciendo y que el F.M.I. sigue preconizando, no parece afectar por igual a todas las personas. El otro día, László Andor, comisario europeo de empleo, decía que “lamentablemente, no podemos decir que tener un trabajo sea equivalente a tener un nivel de vida decente". No es lamentable: es indignante y escandaloso.

Podemos llegar a entender los recortes, la necesidad de ajustarnos el cinturón e incluso la pobreza. Pero la desigualdad nos indigna porque toca las fibras más profundas de nuestra vida social y los pilares de nuestras relaciones interpersonales e incluso de nuestra estructura cerebral. El profesor y amigo Vittorio Pelligra recoge en su blog una interesante reflexión sobre un divertido vídeo de Youtube que muestra la reacción de dos monos cuando a uno de ellos se le proporciona un alimento más sabroso y al otro no.

La desigualdad activa áreas cerebrales muy antiguas que tienen que ver con la sensación física de indignación y disgusto. Pero más allá de eso, una brecha muy grande de desigualdad dificulta enormemente la movilidad social. Nacer en una familia pobre e ir ascendiendo en la escala social gracias al estudio, al trabajo, al talento y al esfuerzo personal y colectivo podría dejar de ser posible. Eso supondría avanzar, o mejor dicho retroceder, hacia una sociedad de castas, con el evidente empobrecimiento de la calidad democrática de nuestra convivencia y el riesgo de ruptura del pacto social.

El fracaso del modelo capitalista frente a un nuevo modelo al servicio de la persona

La respuesta no puede ser echarse al monte pero tampoco escudarse en la libertad de mercado. El mercado nació como un elemento de libertad, civilización y humanización frente a la sociedad feudal. Basta ya de confundir el libre mercado con una de sus formas, el capitalismo, que es la que nos ha traído a esta crisis.

Existe otra visión del mercado al servicio de la gente, del bien común, de la inclusión de los que tienen más dificultades, del desarrollo humano integral.

Esta es la visión de la Economía de Comunión, que nació como una respuesta concreta lanzada por una persona, Chiara Lubich, y seguida después por otros cientos de personas, ante la grave desigualdad entre los rascacielos de la ciudad de Sao Paulo y las favelas que los rodeaban como “una corona de espinas”.

Las empresas de la EdC, junto con muchas otras, son la prueba palpable de que esta visión del mercado no es una utopía. Sus historias merecen ser contadas porque son signo de esperanza y además son de una belleza inusitada. Como la experiencia de La Miniera, que acaba de ser recogida en un reportaje de Canal Sur.

Empresarios y directivos que viven la cultura de la legalidad, que reducen voluntariamente sus retribuciones antes de pedir sacrificios a los trabajadores, que comparten los beneficios que obtienen con quien los necesita, que viven, en definitiva, el mercado como un lugar de inclusión, de riqueza compartida y de felicidad pública.

 

Isaías Hernando
Presidente de la Asociación por una Economía de Comunión España