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Jovénes, empresarios, trabajadores...UN PROYECTO PARA TODOS
Basado en la CULTURA DEL DAR
Una ECONOMÍA que pone en el CENTRO A LA PERSONA
Un modelo HUMANO, SOLIDARIO Y SOSTENIBLE
 
Paco Toro, uno de los pioneros de la Economía de Comunión en España, comparte su reflexión y sus propuestas para humanizar nuestro mundo en este comienzo de siglo. 
El siglo XX fue un siglo de grandes cambios para la humanidad.

Pasamos del caballo y la caravana al tren de alta velocidad, al automóvil y al avión que nos permite cruzar el océano en pocas horas. Los medios de comunicación, el teléfono móvil, el correo electrónico, el skype o la televisión nos permiten estar informados en tiempo real de lo que ocurre a miles de kilómetros y mantener una relación más cercana y profunda con otras culturas. En la medicina los avances han sido tan grandes que la esperanza de vida en los países desarrollados ha aumentado en más de 30 años. Y lo mismo podríamos decir de otras muchas cosas.

Todos estos cambios han sido posibles, en gran parte, merced a la investigación y al desarrollo realizado por grandes empresas con capacidad tecnológica y económica.

No hemos evolucionado al mismo ritmo social y humano que los avances técnicos 

Sin embargo, social y humanamente, no hemos evolucionado al mismo ritmo. El concepto de la gran familia de antaño tiende a desaparecer, quedando reducida a padres e hijos (y no siempre).  El concepto del matrimonio va perdiendo valor a pasos agigantados. Cada vez hay menos interés por tener hijos, no solo debido a las dificultades laborales, que son objetivas, sino también al egoísmo de la sociedad del bienestar en la que estamos inmersos, en la que prima la comodidad y la diversión.

En definitiva, nos hemos vuelto más individualistas, menos comunicativos y más egoístas. Y eso hace que nos encontramos más solos, más aislados. A los hijos, comprobamos que no podemos dedicarles todo el tiempo que necesitan, a pesar de que somos más conscientes de que necesitan cariño y un ambiente de seguridad.

La situación laboral tampoco facilita las cosas por la falta de trabajo y la precariedad. En infinidad de ocasiones, los contratos “en prácticas” suelen encubrir trabajos con bajo costo para el que los oferta y son poco gratificantes para los jóvenes, lo que les provoca un nuevo desaliento y un sentimiento de que al otro sólo le importa el dinero. Desaliento tras desaliento, se va creando un ambiente propicio para la evasión, la droga y el alcohol, que conduce a una pérdida de valores y a una degradación de la dignidad humana. 

Al margen de estos problemas -o quizás influenciados por ellos-, en los últimos tiempos nos encontramos con corrientes políticas extremistas tanto de izquierda como de derecha, movimientos anti-sistema, que canalizan un radicalismo visceral. A esto hay que añadir un porcentaje de personas que se han metido en política para enriquecerse, personas poco responsables y deshonestas que echan mucha leña al fuego.

¿Es esta la sociedad que queremos?

Se suele decir que “es mejor prevenir que curar". Y también  más barato. Por eso es de capital importancia abordar con urgencia estos aspectos económico-sociales que se ignoran o, mejor dicho, no se afrontan con la debida fuerza y en profundidad.

Creo que es fundamental que despertemos de este letargo y que cada uno se pregunte a dónde quiere ir y qué modelo de sociedad quiere,  porque el sistema actual no sirve, no tiene respuestas a las realidades actuales.

Es necesaria una sociedad que mire más al hombre y a sus necesidades como persona, como comunidad, como familia.

Este sistema, que todo lo quiere resolver con dinero, no es bueno y nos asfixia. Pero para mejorar, cada uno de nosotros tiene que poner todo de su parte, exponer sus ideas, compartirlas con otros y trabajar juntos.

Parte de los problemas vienen de que la cultura actual sobrevalora a las personas que ganan dinero, con independencia de cómo lo consiguen. La felicidad se pone en comprar todo lo que a cada uno le gusta. De ahí que en esta cultura sea importante ganar dinero a toda costa, provocando una gran injusticia social.

¿Es la sociedad consciente de estos problemas o está adormecida por la cultura actual?

Creo que es importante empezar por la raíz: “el hombre se realiza y es feliz cuando se dona a los demás”.

S. Juan de Dios se dedicó a cuidar a los enfermos pobres, y la sociedad se dio cuenta de que ese acto caritativo era un bien social y lo asumió como tal. Lo mismo ocurrió con S. José de Calasanz, que enseñó a los niños pobres a leer. Hay muchos otros ejemplos como estos.

Creo que en el momento actual hay una falta de luz y de esperanza, a la que no se puede responder solo con buenos deseos. Hacen falta propuestas y proyectos válidos que ayuden a salir de esta situación.

¿Sería posible realizar en la universidad un trabajo minucioso, en equipo, en el que participaran economistas, sociólogos, psicólogos, humanistas, empresarios, etc., para elaborar propuestas concretas tanto a nivel económico como político y social?

Propuestas pensadas para el hombre, soluciones concretas que vayan más allá del ámbito religioso. Tenemos la obligación de formar hombres nuevos para iluminar el mundo, de influir en las estructuras de la sociedad para mejorarlas. Y en el fondo, todos nos sentimos más personas cuando hacemos las cosas bien.