La nueva fórmula para subir el PIB en los países europeos es incluir unos “bienes” y “servicios” un tanto peculiares y poco dignos del apelativo: las drogas, la prostitución y otras actividades ilegales.
¿Que se acaban las ideas para estimular el crecimiento de la economía real? ¿Que a la tijera de los recortes se le ha gastado el filo y la recuperación es todavía débil? ¡No hay problema! En Europa, algún “genio” ha encontrado la solución: incluir dentro del PIB unos “bienes” y “servicios” un tanto peculiares y poco dignos del apelativo: las drogas, la prostitución y otras actividades ilegales.
Según noticia reciente de El Economista, sólo en el Reino Unido, que ha decidido aplicar esta métrica a partir del 1 de septiembre, el PIB crecerá en unos 10.000 millones de libras anuales. También España ha anunciado que hará lo propio a partir de octubre, uniéndose a otros países europeos que ya lo están haciendo o lo harán próximamente en aplicación de un nuevo Sistema Europeo de Cuentas (SEC-2010).
Sorprende la escasa relevancia ética que se le ha dado a la noticia. Ya nos habíamos hecho a la idea de que el PIB (indicador que mide el conjunto de bienes y servicios producidos por un país en un periodo de tiempo) no era un indicador adecuado para medir nuestra riqueza entendida como bienestar, al incluir conceptos que más bien producen malestar. Pero al menos estaban dentro de la legalidad.
Esta modificación del cálculo del PIB supone de facto la ruptura de este indicador con cualquier dimensión moral de la vida económica. Probablemente con el nuevo cálculo España ganará posiciones en el ranking internacional. ¿Deberemos alegrarnos por ello, olvidando el sufrimiento y la explotación que genera el tráfico de drogas o de seres humanos?
Mientras van ganando terreno nuevos indicadores alternativos como el IBES (Indice de Bienestar Económico Sostenible), al menos deberíamos oponernos a que el PIB incluya actividades ilegales e incluso delictivas simplemente porque transiten por el mercado. La cultura de la legalidad es fundamental para la dignidad cívica de un país.