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Jovénes, empresarios, trabajadores...UN PROYECTO PARA TODOS
Basado en la CULTURA DEL DAR
Una ECONOMÍA que pone en el CENTRO A LA PERSONA
Un modelo HUMANO, SOLIDARIO Y SOSTENIBLE
 
Mientras mejoran lentamente las previsiones de crecimiento, el empleo sigue siendo una asignatura pendiente. Reflexión sobre el sentido profundo del trabajo.

El Gobierno acaba de hacer público un nuevo cuadro macroeconómico para los próximos años, con previsiones más optimistas. Concretamente, se prevé que el Producto Interior Bruto comience a crecer ya este año un 1,2%y siga creciendo progresivamente hasta llegar a un 3% en 2017. Nuestra economía también generará menos déficit y podríamos comenzar a reducir nuestro endeudamiento dentro de dos años.

Evidentemente son buenas noticias, como también lo es la promesa de creación de 600.000 empleos en dos años, sobre todo, si la promesa se confirma una vez hayan pasado las elecciones europeas. Pero a este ritmo, ¿cuánto tardarán en encontrar trabajo los 6 millones de parados actuales? No hay duda de que la crisis actual seguirá al menos como crisis del trabajo.

Una crisis que está produciendo una creciente y alarmante desigualdad en términos económicos, pero también en términos de libertad y de oportunidades. Dos millones de hogares con todos sus miembros en paro o toda una generación joven mayoritariamente excluida de un acceso digno al mercado de trabajo son datos que deberían hacernos reflexionar seriamente, también a nivel europeo, sobre el trabajo que, en definitiva es el cimiento del pacto social y de la democracia.

El trabajo, como tantas cosas importantes de la vida, no es un término unívoco, no es fácil de definir. El trabajo lo mismo puede ser lugar de explotación de unos seres humanos por otros, como lugar de crecimiento y desarrollo personal.

Para avanzar hacia un nuevo pacto social en la segunda dirección, en la del desarrollo humano, lo primero que habría que asumir de verdad es que el trabajo excede con mucho al “mercado de trabajo”, al trabajo retribuido, al empleo.

En el pasado reciente, la idea de trabajo ha quedado prácticamente reducida a la actividad realizada fuera de casa a cambio de una contraprestación económica. Pero eso no es justo, porque mucho más que la contraprestación económica, al trabajo lo define el sudor, el cansancio, el esfuerzo, el afán de superación, la profesionalidad, el deseo de acercarse a la excelencia y, sobre todo, de hacer algo para otros. El trabajo es una experiencia fundamental de la vida humana, también de aquellos que hoy no consiguen encontrar un trabajo remunerado o estable.

Una vez que hemos reconocido que el trabajo es más que el empleo, el siguiente paso lógico hacia la libertad y la igualdad podría consistir en repartir el trabajo remunerado y el no remunerado para que todos podamos llevar una vida más digna y plena. Dicho con otras palabras: trabajar todos menos horas en el trabajo remunerado y trabajar todos más horas no remuneradas cuidando de los demás, especialmente de los más débiles, en casa y fuera de casa, en el voluntariado. 

¿Utopía? Yo creo que no, porque ya hay experiencias todavía pequeñas que van en esa dirección, que muestran que es posible y, sobre todo, que es una experiencia humana personal y social mucho más enriquecedora.