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Jovénes, empresarios, trabajadores...UN PROYECTO PARA TODOS
Basado en la CULTURA DEL DAR
Una ECONOMÍA que pone en el CENTRO A LA PERSONA
Un modelo HUMANO, SOLIDARIO Y SOSTENIBLE
 
Ubuntu... igual a compartir. ¡Ojalá! Nos contagiemos un poco de este concepto de la ética africana y de este modo de pensar para superar el individualismo que vivimos.

La cultura de comunión nos ayuda a mirar a nuestro alrededor sin encerrarnos en nuestra propia pobreza. 

 “Yo soy lo que soy en virtud de lo que todos -sin excluir a nadie- somos”. 

Al ser una palabra que abarca muchas aspectos, creo que una buena manera de explicar su significado es mediante un cuento, que ya otros contaron antes: "Un antropólogo que estudiaba los usos y costumbres de una tribu en África del Sur propuso un juego a los niños del lugar. Consiguió una buena porción de frutas y dulces que trajo de la ciudad, y los colocó en una cesta bajo un árbol. 

Llamó a los niños y les dijo que aquél que llegara corriendo primero al árbol ganaría el cesto con frutas y dulces.

Cuando el antropólogo dio la señal para que corrieran, inmediatamente los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos hacia la cesta. Entonces todos se sentaron y repartieron los dulces y disfrutaron de las frutas.Cuando él les pregunto por qué fueron todos juntos, si uno solo podía haber ganado toda la cesta,ellos respondieron: ¡UBUNTU! ¡UBUNTU! ¿Cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?"

La comunión es más importante que cualquier riqueza económica.

Esta tendencia a la solidaridad comunitaria expresa la esencia de la cultura africana. Somos capaces de compartir alegrías, dolores, bienes, dificultades. Aunque el papel del individuo sea importante, no hay lugar para el individualismo egoísta. 

Este puede ser uno de los dones de nuestro continente para la humanidad, para la sociedad global de hoy en día, caracterizada por el egoísmo, el miedo al otro, la tendencia a encerrarse en sí mismos.

Puede ser que muchos de nosotros no podamos crear riqueza o dar lugares de trabajo, pero seguramente lo que sí podemos es ponernos en comunión, que es la primera respuesta en tiempos de crisis, de modo que se puedan crear relaciones, paz, confianza, en Dios y en los hermanos. 

No se trata sólo de la comunión entre una persona en necesidad y otra que le ofrece ayuda, sino que la primera comunión es la de las almas, de la vida, de los corazones: todo el mundo tiene corazón, vida y alma para dar y para compartir. 

Hemos de encontrar nuevas ocasiones de penetrar en la cultura del otro e ir a al encuentro de su diversidad, reconociendo su riqueza. Si sólo nos preocupa el ayudar a un pueblo, subrayamos aún más su pobreza y éste pierde toda su riqueza, se vuelve doblemente pobre, y entra en un círculo de dependencia del dador, del que no consigue salir porque se siente incapaz. Chiara Lubich afirmaba: “Hay que ponerse frente a cada persona en actitud de aprender”.

Gracias a esta actitud, doy a quien tengo delante la posibilidad de darme algo, se siente importante y lo es, porque la necesito. Puedes dar una casa a un pobre, para él es una necesidad absoluta. A cambio, el pobre te regalará un retal de tela: el valor de estos dones no puede compararse, pero al pobre no le interesa ver si esta tela es tan importante para ti como lo es la casa para él, sino que simplemente te ha dado lo más valioso que tiene.

Si no aprendemos a valorar el humilde retal de tela, no hay casa regalada que pueda convertirse en “bienestar”. Quien acoge el regalo debe antes hacer la experiencia que él o ella han sido acogidos como don. Aquí radica el secreto de la comunión. 

La cultura de comunión nos ayuda a abrir los ojos a lo que nos rodea, sin encerrarnos en nuestra situación de pobreza, sin tender la mano esperando la ayuda del otro, sino a ser y a dar, juntos. Con la Economía de Comunión hemos comprobado que hay personas pobres que reencuentran una plena libertad vital, dignidad, alegría, responsabilidad, y una nueva relación con la sociedad.

¡UBUNTU!